El estreno de época lleva parejo casi siempre cambio de mentalidad. Se dio entrada a la cultura postmoderna con ánimo de despedir a la modernidad y lógicamente gran parte de los postulados que aquella envolvía. Resulta difícil, mejor paradójico, definir el acontecimiento pues no es susceptible de una definición clara pero sobre todo porque abocaríamos a no ser “postmodernos”. Así y todo algo propio la define que podíamos encuadrar en “todo vale” con tal, claro está, que se compagine con los propios gustos y deseos. No se si cabe calificarla de rebelión o convencionalismo pero lo que sí parece innegable es ser enemiga de toda norma (anomía) No es nada nuevo pues hurgando en los orígenes de la humanidad topamos que ya en el paraíso nuestros ancestros persiguieron este ideal; “jugar a dioses” romper la única traba que les había impuesto la divinidad “no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal”. Picaron el anzuelo siniestro tendido por la serpiente y de inmediato descubrieron que el rastrero animal no les había engañado, se les abrieron los ojos y se dieron cuenta que estaban desnudos.
¡Qué casualidad si nadie les había despojado de su indumentaria! Es preciso adentrarnos en el simbolismo y la riqueza que contiene. Son tres las rupturas que cabe señalar
a) armonía con Dios. . .siempre hasta entonces habían platicado amistosamente con la divinidad desde la diferencia de criatura a Creador, en cambio ahora en cuanto oyen las pisadas de Dios que se adentra en el paraíso se esconden de inmediato, huyen de su presencia, digamos les infunde pavor, ha dejado de ser el amigo o tal vez lo ven como juez severo, legislador
b) armonía consigo mismos. . nunca habían provocado disputas y altercados entre ellos, eran plenamente conscientes de la unidad de naturaleza e ideales, propendían los mismos fines. Ahora en cambio afloran los reproches, la mujer se exculpa en la serpiente, el hombre en la mujer, hay divisiones, enfrentamientos, desencuentros
c) armonía con los animales y la naturaleza. . .se vuelven hostiles al hombre, la convivencia se torna violencia, la tolerancia en beligerancia, al final el hombre tiene que abandonar el paraíso con necesidad de luchar para subsistir.
En esta escena edénica hay que descubrir la raíz de todas las desviaciones, de todas las rebeliones e insumisiones que a través del tiempo registra la historia de la humanidad en sus diferentes modalidades teñidas siempre con sentido de progreso y halo humanitario.
No podemos detenernos en describir las señales identitarias de cada época que nos llevaría lejos, sí en cambio recalar en algunas particularidades del pensamiento actual, es el presente el que tenemos que reconducir para que el futuro traiga bonanza De entrada consignar que no se ha logrado extinguir los resabios de la anterior “modernidad” con ínfulas de progreso y fe ilimitada en la ciencia y el saber, “Deus in terris” se proclama en la obra de Ficino. Tanto poder le han otorgado los descubrimientos científicos que ha llegado a crear una psicología de diosecillos bien descrita en la obra de Augenstein “Vamos juguemos a Dios”. A tanto nuestros antepasados ni se imaginaban podría aspirar el hombre pero es la pura realidad, hoy el ser humano puede y elige opciones que antes se consideraban vedadas al individuo por caer en la esfera de la divinidad. Volviendo al paraíso, a la astuta serpiente “se os abrirán los ojos y seréis como dioses” y tanto, la serpiente no los engañó, incluso Dios lo reconoció (Gen 3,22) se les abrieron los ojos “al conocimiento del bien y el mal” y esto es lo que Dios prohíbe. Entre los semitas el término “conocimiento” se identifica con el de “posesión” o dominio, conocer una persona equivalía a ejercer dominio sobre ella y en relación a las acciones determinar lo que está bien o mal y esto es lo que no puede hacer el hombre invadir la esfera divina y fijar por su cuenta lo que está bien o mal, solo Dios es árbitro supremo de moralidad, al hombre se le prohíbe todo veredicto en este terreno (A.Sala)
Centrándonos en el presente, lo “postmoderno”, indicar como principio transversal la tolerancia a todos los niveles y circunstancia sin reparar que en ocasiones pueda entrar en conflicto con la verdad y la justicia y más grave aún si daña la caridad debida a la dignidad de la persona. Se suele confundir con frecuencia tolerancia con relativismo con lo que las propias creencias quedan ocultas contraviniendo la parábola “brille vuestra luz ante los hombres o plagiando al poeta: ¿Tu verdad? No la Verdad. . .ven conmigo a buscarla.. . la tuya guárdatela (Machado)
Sin embargo el rasgo que mejor la define es sin lugar a dudas el “desencanto” generado tras la caída de las grandes utopías que había incubado la edad moderna con la Ilustración, el capitalismo, el marxismo, el liberalismo etc. La euforia que levantaron en las masas en general pronto se vino abajo ante cataclismo del tenor de Hiroshima o el archipiélago Gulag por citar dos de los fracasos más significativos dando al traste con todas las aspiraciones de una generación. Los postmodernos son conscientes de los conflictos que a diario se generan pero no tienen recetas para cambiarlo y dejan que la melancolía se apodere de su interior, sería algo así como afirmar que ha caducado la época de la superación y dado que nada se puede cambiar han optado por una actitud hedonista de disfrute al máximo de la vida que recuerda el carpe diem de Horacio (Carvajal). El inspirador de tal movimiento habría que achacarlo al literato francés Cámus con la obra Sísifo condenado a subir una piedra a lo alto de la montaña que tras denodados esfuerzos siempre volvía al lugar de origen inspirado en la tragedia de la segunda guerra mundial desmoronando de la noche a la mañana la ingente reconstrucción tras la primera guerra mundial. Para qué hacer vanos esfuerzos estando expuestos a las contingencias de los caballos desbocados que asoman a diario por el horizonte ahítos de dar satisfacción a sus fauces, mejor que nos entreguemos a disfrutar el presente y así renuncian conscientemente a todo tipo de ideales conformándose con
un salario con el que instalarse en ese hedonismo utilitarista convertido en “concepto moral por excelencia” apuntado por Stuart Mill. Lógico pues que den la espalda a la ética que no crea más que problemas y hagan suyo el eslogan de Sabina “ al deseo los frenos le sientan mal” y vayan tras el disfrute en estado puro también proclamado por el mismo autor en el cantar “me gusta el güisqui sin soda y el sexo sin boda” con lo que el
único imperativo categórico es buscar ser feliz sin ningún género de cortapisas. No voy a entrar en consideraciones acerca del “pensamiento débil”, el “nihilismo” “la búsqueda de nuevas vías que colmen el vació” incluso un cierto retorno a Dios amasado de sincretismo y prácticas talismánicas convergentes en un sistema de acciones que delatan claramente lo incómodos que se encuentran en este paraíso artificial.
Dado que éste nuevo universo no colma las expectativas preconizadas parece que se impone dar marcha atrás, recular, planear nuevas vías que saquen del marasmo que amenaza con asfixiar la nueva corriente existencial. Hay que escarbar en la conciencia popular, dice el pensamiento actual, para indagar que ideales la nutren y enfocar en
este sentido la dirección de la historia, tal vez demos con el sistema filosofal que haga posible a Sísifo alcanzar el sueño de llevar la piedra a la cumbre de la montaña. Renace así con fuerza la eterna aspiración del hombre Adán de romper cualquier coyunda de sometimiento ya sean principios, autoridad o magisterios que coarten la libertad a la que se aferra tenazmente. Hoy la rebelión se canaliza a través del pensamiento único que obliga someterse a una autoridad humana que legisla lo que es de rigor para el bien común. Y claro en este espació no tienen cabida las religiones que constriñen las conciencias y son un freno a los postulados que establece la cultura. La fe es
un handicap a la evolución de la historia según la doctrina de las nuevas religiones apostadas en el “secularismo, agnosticismo, ateismo y paganismo” las cuales arrastran al anticlericalismo excesivo que con visión certera acaba de denunciar el Papa en su visita a España. Por este camino -sigue afirmando el Pontífice- no puede venir la
liberación que con tanto ahínco busca el hombre como atestigua la historia desde los orígenes pues que el hombre sin Dios es como la rama desgajada del tronco. Lo advirtió con clarividencia de profeta Henric de Lubac: “no afirmo que el hombre no pueda construir un mundo sin Dios, lo que sostengo es que ese mundo irá directamente contra el hombre”.
Un comentario de estas características no puede concluir con un tinte tan negativo máxime que la esperanza cristiana reitera el triunfo del bien representado por el Cordero frente a la Bestia. Nunca tal vez como hoy ha crecido el sentimiento de solidaridad entre los pueblos que aúna esfuerzos y medios para restañar heridas allí
donde sea necesario; qué sino ese movimiento imparable de “globalización” auspiciado recientemente también por el Papa como gran contribución a la paz entre los pueblos.
En la Iglesia cuándo ha crecido con tanto ardor el ecumenismo derribando barreras de siglos; y el acercamiento al Islám para muchos el gran jinete apocalíptico hoy en buena medida predispuesto a colaborar con los cristianos en una tarea común de mejorar la sociedad. Y tantos Movimientos eclesiales poblados de gente joven auténticos
apóstoles de la nueva evangelización, muchos voluntarios misioneros en terrenos paganizados, virtuales mártires de la fe y arrostrando no pocas persecuciones. Abramos pues el corazón a la esperanza pues nuestro destino no está en manos exclusivas de los hombres, la última palabra siempre la tiene Dios.
Vicente Pérez Laso
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